La historia de una joven cuya vida fue truncada en las calles de Toluca

 

Por Redacción Cadena Política
Toluca, Estado de México

El nombre de Cinthia aún resuena entre quienes la conocieron. Tenía alrededor de 30 años, iba al trabajo como cada día, montada en su bicicleta azul, con su mochila rosa a la espalda. Pero este martes, poco después del mediodía, su rutina se quebró de forma trágica en el cruce de Las Torres y Comonfort, en Toluca. Allí, la atropelló un camión. Murió casi al instante.

Su bicicleta quedó destrozada en el asfalto, con las llantas torcidas como testigos mudos de una tragedia que ya no sorprende, pero sí duele. A su lado, alguien colocó una veladora improvisada: un vaso, una llama y un trozo de papel enrollado. Un símbolo frágil, pero lleno de amor y dolor, como si alguien tratara de iluminar, aunque fuera un poco, la oscuridad de ese momento.

Lo más desgarrador no fue solo la escena, sino el silencio roto por el llanto de una amiga. Una joven llegó al lugar, reconoció el cuerpo, y tuvo que hacer una llamada que nadie querría hacer jamás: avisarle a la familia de Cinthia que ella ya no volvería a casa.

—Tranquila, despacio —le decía otra mujer, una desconocida que se convirtió en consuelo y fuerza en medio del caos. Le ofreció un abrazo, un poco de alcohol en el cuello para evitar que se desmayara, y sobre todo, humanidad. De esa que tanta falta hace en medio del ruido, el tráfico y la rutina.

La voz de la amiga temblaba cuando dijo: “A Cinthia la atropellaron”. Apenas pudo articular esas palabras mientras trataba de mantenerse en pie. El tumulto de curiosos se arremolinó, algunos grababan, otros preguntaban. Pero el dolor era tan real como el calor del pavimento.

Una muerte cotidiana que no debería serlo

El accidente ocurrió poco después de la una de la tarde. Según los primeros informes policiales, el camión la arrolló cuando ella intentaba cruzar la avenida. Las llantas pasaron por encima de su bicicleta y de su cuerpo. Los paramédicos ya no pudieron hacer nada cuando llegaron.

El chofer fue detenido metros adelante. Testigos dijeron que no alcanzó a frenar. Las autoridades aseguraron la zona, mientras el personal forense levantaba el cuerpo de Cinthia. Todo quedó ahí, en ese pedazo de asfalto que este martes se convirtió en escenario de una tragedia más.

Toluca, como muchas ciudades del país, parece acostumbrarse a estas noticias. Pero no debemos. No podemos. Las vialidades, que deberían conectar vidas, se están convirtiendo en cementerios de asfalto. Personas como Cinthia, que optan por un transporte limpio, accesible y humano como la bicicleta, mueren sin que se genere un cambio real.

¿Quién cuida a quienes se mueven en bicicleta?

Hoy es Cinthia. Mañana puede ser cualquiera. Las calles están diseñadas para los coches, no para las personas. Las ciclovías son escasas, las señalizaciones muchas veces ignoradas y la empatía entre conductores parece un valor en extinción.

No se trata solo de un accidente más. Se trata de vidas que importan. Cinthia tenía sueños, una rutina, amigos, familia. Iba al trabajo. Ahora ya no está.

Mientras tanto, su bicicleta azul sigue siendo la imagen que no se olvida. La de una mujer que simplemente quería llegar a su destino. Y que no lo logró, porque un sistema que debería protegerla, le falló.

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