Secuestros, torturas, violaciones y muertes: los escabrosos crímenes de la pareja de asesinos en serie más odiada de Gran Bretaña
El caso que marcó una época de horror y repulsión social
El caso de los asesinos del páramo sigue siendo uno de los episodios más macabros y recordados en la historia criminal del Reino Unido. Ian Brady y Myra Hindley, una pareja aparentemente común, desataron una ola de secuestros, torturas y asesinatos entre 1963 y 1965 que paralizó al país. Sus víctimas, niños y adolescentes, fueron elegidas al azar y ejecutadas con un nivel de crueldad que horrorizó incluso a los investigadores más experimentados.
Los crímenes salieron a la luz el 7 de octubre de 1965, cuando la policía británica detuvo a Brady y a Hindley tras la denuncia del cuñado de la mujer, quien presenció el último asesinato. Las pruebas halladas en la casa de la pareja y en los páramos de Saddleworth revelaron una historia de sadismo, manipulación y delirio ideológico que aún causa escalofríos.
Infancia perturbada y obsesiones oscuras
Ian Brady nació en Glasgow en 1938. Su infancia estuvo marcada por el abandono, la violencia y una fascinación temprana por el poder y el control. A los 12 años ya mostraba comportamientos crueles: torturaba animales y explotaba su agresividad con los vecinos. Con el tiempo, esa conducta se mezcló con obsesiones intelectuales: lecturas de Mein Kampf, de Adolf Hitler, y textos del marqués de Sade.
En 1961 conoció a Myra Hindley, una joven que trabajaba como dactilógrafa y que había tenido una vida difícil. Hindley, profundamente influenciada por Brady, adoptó sus creencias extremistas, su gusto por la dominación y sus rituales sexuales. Pronto, esa relación enfermiza se convirtió en una alianza criminal.
El inicio del horror
El primer crimen ocurrió el 12 de julio de 1963, cuando secuestraron a Pauline Reade, una adolescente de 16 años. Hindley la atrajo con una excusa inocente y Brady la atacó brutalmente en los páramos. La pareja la enterró allí mismo y, como en los siguientes casos, midió los pasos desde la tumba hasta una piedra cercana, un ritual macabro para poder “visitar” su obra.
Entre 1963 y 1965 asesinaron al menos a cinco menores: Pauline Reade, John Kilbride, Keith Bennett, Lesley Ann Downey y Edward Evans. Las víctimas tenían entre 10 y 17 años. Las cintas de audio encontradas durante la investigación mostraron cómo Brady y Hindley torturaban a sus víctimas antes de asesinarlas.
La caída de los asesinos
El final de su reinado de terror llegó por accidente. David Smith, cuñado de Myra, fue testigo del asesinato de Edward Evans, un joven de 17 años, en la casa de la pareja. Horrorizado, denunció el hecho a la policía la mañana siguiente. Los agentes hallaron el cuerpo en el lugar y arrestaron a ambos.
Durante el juicio, celebrado en 1966, Brady fue declarado culpable de tres asesinatos y Hindley de dos. Ambos recibieron cadena perpetua, ya que la pena de muerte había sido abolida meses antes. La prensa británica los bautizó como “los asesinos del páramo”, un nombre que sintetizó el horror que representaban.
Final trágico y legado siniestro
Hindley murió en prisión en 2002, mientras que Brady permaneció recluido en un hospital psiquiátrico hasta su muerte en 2017. En sus últimos años escribió una autobiografía inédita donde detalló los crímenes y justificó sus actos como un experimento de poder y dominación.
Hoy, el caso de los asesinos del páramo continúa siendo símbolo del mal absoluto y un recordatorio de los límites que puede alcanzar la crueldad humana. Los páramos de Saddleworth siguen guardando el eco de aquellos crímenes que nunca dejaron de estremecer a Gran Bretaña.