Jalisco

Madre recibe restos “de su hijo”… pero son de otros: terror en Jalisco

Fiscalía entrega huesos equivocados mientras el CJNG marca el destino del menor

La historia de Alejandrina Orozco estremeció a México. La madre buscadora recibió lo que supuestamente eran los restos de su hijo Pablo Joaquín, desaparecido en 2023. Sin embargo, cuando abrió las cajas, el horror se multiplicó: una mandíbula de un hombre de más de 40 años y un pequeño hueso que no pertenece a su hijo. La Fiscalía le devolvió pedazos de desconocidos y dejó intacto el dolor que la consume desde hace tres años.

Pablo tenía 17 años cuando salió de su casa en Tepic para buscar trabajo. No volvió. Siete días después, Alejandrina recibió un mensaje que le heló el alma: “Ma, ayúdame, el Cártel Jalisco es el que me tiene aquí”. Desde ese instante comenzó un infierno que no terminó con la supuesta entrega del cuerpo… sino que se volvió más cruel.

Alejandrina tocó puertas en Nayarit, Zacatecas, Aguascalientes, Jalisco y la Fiscalía General de la República. En cada una encontró trabas, excusas y un laberinto de negligencias. Nayarit no quiso tomar la denuncia. Jalisco se negó a buscar a Pablo alegando que “no era su desaparecido”. Zacatecas rechazó la carpeta tres veces. La FGR demoró avances durante años. Y mientras tanto, la madre caminó de oficina en oficina sosteniendo una esperanza que se le desgarraba entre los dedos.

Lo más indignante ocurrió cuando Jalisco admitió que sí tenía el cuerpo. La Fiscalía guardó los restos desde abril de 2023 y aun así negó su existencia durante años. Después de esa mentira institucional, le dijeron que Pablo estaba en Lagos de Moreno, a más de 200 kilómetros de Guadalajara. Pero cuando llegó al lugar, le respondieron: “Aquí no está, lo tiene Guadalajara”. La madre quedó atrapada en un juego burocrático que parece diseñado para quebrar a cualquier persona.

Cuando volvió a Guadalajara, Alejandrina se encontró con funcionarios que cambiaron su discurso. Se disculparon, le ofrecieron apoyo, movieron papeles y la rodearon de palabras huecas… pero nada de eso borró el hecho brutal: los restos entregados no eran de su hijo. Dos piezas óseas correspondían a otras personas. Ni siquiera pudieron garantizar que el cuerpo que dicen tener sea realmente Pablo.

Entre excusas, contradicciones y ausencia total de transparencia, la madre sigue preguntando lo que nadie quiere responder: ¿dónde está su hijo? ¿Por qué la Fiscalía retuvo el cuerpo durante dos años y medio? ¿Por qué le entregaron restos ajenos? ¿Cuántos jóvenes desaparecidos están atrapados en el mismo sistema que revictimiza a quienes los buscan?

La historia de Alejandrina refleja la tragedia de miles de madres que excavan la tierra, retan al crimen organizado y enfrentan a instituciones que las empujan al límite. Su lucha no se detiene, pero cada error oficial abre una herida nueva, más profunda y más aterradora.

El terror que vive no lo creó la violencia solamente. También lo crearon quienes deberían darle respuestas.

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